Entré al cuarto, había algo de frió en el suelo, decidí
recoger algunos pares de zapatos, meterlos al armario; en la parte baja, (por
esa cosa neurótica de querer guardar todo,ponerlo en su orden). Los amontone y la punta de un zapato dio con un nombre. Al
moverlo vi como el estante estaba inundando de letras, todas agrupadas como en una lista; algo misterioso que otros verían y
no sabrían de qué consta; una incógnita, un resumen de historias que hasta
ahora eran interminables.
Él, por ejemplo, no entro en mi lista; esa que
acostumbro a rellenar cada vez que entiendo que la relación que ha pasado ha
sido un fiasco o poca cosa. Algo de amor, sentimientos, ganas picaras de
acariciar, que llevan a pensar que será la
vez primera, la ultima o la del medio y
no hará falta más; que se entenderá lo incompresible, algo como lo invencible, lo inmortal. Luego hablaremos sobre besos, la
falta de esto, de aquello, del tiempo y la despedida; esas ganas mínimas de seguir
viviendo.
Él no fue parte de
eso, por que ni entendí cual era su tipo de amor, su tipo de anhelo. Quizás ni
le conocí el nombre, o no supe bien como contarle las vocales, o sus colores,
sus olores. Estaba allí por ser perfecto, inolvidable. Digo Perfecto,sí, pero no en
todo el sentido de la palabra, quizás algo mal hecho, tosco, mal dicho, mal creado, dulce olvidadizo, algo
medio anónimo, sin sonido ni razón alguna para habitarme, que se me quedo bien adentro, no quiere salir y ahí dentro esta oscuro, y no le veo ni siquiera la presencia. Sé que es un anónimo; De Los anónimos que no
tienen listas, solo algunas palabras mal entendidas, más relativas. Quizás los anónimos sean alguna banda criminal sin
rostro, que van por ahí enamorando mujeres y luego huyen para volverse el
hombre perfecto que no llegara.
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