Le dirán que su cuerpo no es eso, que es un
manojo de flores marchitas que ira regando con ganas liquidas y un poco de sol filtrado entre sus hendijas, llegando a
sus lagunas, nutrido de sus aguas bastas.
Le hablarán de sus ojos como puertas,
ventanas, cualquiera de esas cosas por donde se entra, espejos, miradas que se
mezclan como en un remolino infinito, creandole constelaciones en la
pupila, habitándole entre pestañas como planetas
inexplorados a los que no se tiene
acceso ni con observarla fijamente.
Le dirán que sus entrañas son una cantidad de
vida, unos cuantos humanos que salen de sus adentros, que también se quedan por
dentro de vez en cuando, tomándose las mañanas, las noches agrias, las nostálgicas; siendo un caudal incontrolable de
sentires.
Pero ella quedara entre cavilaciones, sentada,
creyéndose solo niña, no con lo que la comparan.
porque una mujer es casi un mundo, irreconocible, impronunciable,
Tristemente reducido con las épocas a sinónimos
de fragilidad e identidad errónea .
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