Ahora
no busco ningún tipo de rostro, ni pienso recoger alguno que por casualidad me
encuentre por el piso, en las ventanas, en los marcos de las puertas, en un
hueco en el asfalto.
Ahora
no busco ningún olor o un lugar; todo el espacio esta lleno de extrañezas que no entiendo, ¿ porque las nombran?, ¿porque se amontonan entre
ellas?
No
busco habitar ninguna sociedad mal fundada, un cuarto despojado de calidez, una
cama destendida con tedio o desesperación.
Quizás con los días aprenda a hablar menos,
mirar bajo la cama, coserme las palabras, guardarlas en paginas, narrarlas a un
buen oído, cantarlas de vez en cuando, confirmar esta órbita tan lejana que soy,
orbita que va chocándose, colapsando sin culpas, con dudas, con humanidad.
Chocando con otras igual de perdidas que extravían su rumbo para encontrarse a
si mismas en sombras escabullidas por su mirada ciega, una mirada ajena, una vista lejana que no
ve más allá de su soledad, sus ganas de cambiarlo todo aunque se sepa que la gente
no cambia a la gente; a la gente la cambian los sinónimos, las palabras cortas, las miradas fuertes, breves, autenticas.
Los sinónimos y verbos se hacen adjetivos
que van tratando de cruzar una calle que va a la misma dirección, una dirección
sin nombre, sin facciones, la misma que ya no busco, la misma que no espero
encontrar, esa cosa que he perdido siempre... Lo único que espero es que vuelva por si sola.
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