Usted se acerca, pone los pies frente a los míos, el pecho...
No hay necesidad de doblar las rodillas, cierro los ojos como en la de confianza de los amantes que a ratos abren los párpados para mirarse cercanos, confirmando la realidad de asunto.
Lo onírico de los sentidos se maximiza así que los nervios chocan, casi colapsan; el pulso aumenta, los dedos tiemblan.
El ruido se disuelve, la lobreguez se aplaca, el corazón juega como un niño satisfecho...
Tengo un temblor en el vientre y el epicentro a sido su boca.
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