jueves, 11 de julio de 2013

Usted se acerca, pone los pies frente a los míos, el pecho... 
No hay necesidad de doblar las rodillas, cierro los ojos como en la de confianza de los amantes que a ratos abren los  párpados para mirarse cercanos, confirmando la realidad de asunto. 

Lo onírico de los sentidos se maximiza así que los nervios chocan, casi colapsan; el pulso aumenta, los dedos tiemblan.
El ruido se disuelve, la lobreguez se aplaca, el corazón juega como un niño satisfecho...

Tengo un temblor en el vientre y el epicentro a sido su boca. 

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