martes, 30 de julio de 2013

No hay nada más hermoso que mirarlo niño... 
cómo se le humedecen los ojos si es que el viento logra alcanzarle los sueños;
de cuando tenía cinco y volaba también en el suelo,
siendo guerrero, capitán, fantasma, explorador...árbol;
mezclado con la tierra húmeda que le tomaba la piel,
la montaña que siendo madre lo alimentaba con el canto de su vientre...

Aún se le da por hablar a solas cada noche y desde su encierro va haciendo de un pequeño cuarto el infinito.


Uno quisiera pertenecer a toda esa libertad acarreada por un hombre que también es niño, a su juego, a la voz que asigna a cada ser que crea, que toma con sus manos, que trae como una imagen de sí mismo,
recreándolo todo en su mundo paralelo, 
el mundo donde aún queda rastro de ese monstruo viajero, que siempre anda por allí, en su pecho,sin que nadie lo vea, que sigue vivo bajo el armario de sus temores y a veces se le mete bajo la almohada para no dejarle dormir. 


No hay nada mejor que verlo libre,
y pertenecer a su libertad desde la libertad misma,
desde lo mío, lo suyo,
siendo impropios, sin cobardía, ataduras,
acariciando todo lo que fuimos y seremos,
dejando marcas gratas que quedan con el olvido, el presente, el futuro; que son recuerdos firmes de lo que creímos vivir...invisibles. 


Así somos los niñitos que juegan a quererse...
yo lo miro de cerca , a lo lejos, dentro y fuera...
El me ve pequeñita y me embarca en su rumbo; 
Nos vamos navegando en los barcos que él en otro tiempo perdió tras la cama, en alguna calle, en el sofá...

No hay nada más puro, que querer con los ojos cerrados.

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