sábado, 10 de agosto de 2013

“La soledad era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas.”

1 comentario:

  1. Tómame, oh noche eterna, en tus
    brazos y llámame hijo.

    Yo soy un rey que
    voluntariamente abandoné mi
    trono de ensueños y cansancios.

    Mi espada, pesada en brazos
    flojos, a manos viriles
    y calmas entregué;
    y mi cetro y corona yo los dejé
    en la antecámara, hechos pedazos.

    Mi cota de malla, tan inútil,
    mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
    las dejé por la fría escalinata.

    Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
    y regresé a la noche antigua y serena
    como el paisaje al morir el día.

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