Le
obsesionaba bailar entre cortinas, esconderse entre ellas, consolarse si es que llegan esos días con falta de inspiración.
Con momentos que comenzaban sin tanta palabra, soledad, una escases de amor y desamor que
llegaba junto a la baja en la economía, la subida de la radiación solar y una
sociedad que le atribuye toda cosa a la ciencia, agotándole lo que le emocionaba pocas veces la
vida.
La
enfurecía esa neutralidad matutina y su cara se tornaba inexpresiva, tan arrugada, llena
de una vejez hecha de letras ausentes y la incapacidad para encontrarlas.
Entonces se le daba por ser de ochenta y tres años, con el ceño bien fruncido por la longevidad prematura que le hacia olvidar repentinamente lo que antes le llegaba como por arte de magia con ideas repentinas en un bus, un baño publico, el metro.
Entonces se le daba por ser de ochenta y tres años, con el ceño bien fruncido por la longevidad prematura que le hacia olvidar repentinamente lo que antes le llegaba como por arte de magia con ideas repentinas en un bus, un baño publico, el metro.
A cambio venía un olvido que no ayudaba, dejándole dentro
lo que antes flotaba instintivamente con tal facilidad para luego naufragar tristemente hasta el fondo lleno de una nada indescifrable llenándola de imposibilidad para sacar versos a ese aire hostil, contaminado, casi maravilloso de tanto caos
que no redime el tiempo, ese mismo que
en ratos literarios le devolvía a la pequeña niña que era antes,habitando su mundo entre llantos y cosas pequeñas, sin llegar a imaginar un lugar más allá o cuanta cantidad de cosa habita en él… espacios
vacíos, tanto planeta que según dicen a
nadie pertenece, deshabitado, sin dueño, sin marcas.
Cuando
escribía no había para ella nada más que el juego entre sus vestidos y esas
manos que creían dibujar lo interpretable. Quizás con el papel era cuestión de tiempo y tal vez con los días no importaría nada de esto.Escribir
la salvaba de los años.
Entre
arrugas ciertas veces hay caminos que nos devuelve a esos pasos donde la
inocencia aun no esta perdida, vías que llevan a recuerdos reflejando todo
lo perdido en ese intento de encontrarnos en otros. Para ella los renglones eran eso, un
espejo empañado, un recuerdo de la niña, tan inocente que todo espacio tras ella se esfumaba mientras se observaba a si misma, recordando entre su sombra las marcas que sin saberlo curaban con el
olvido esas cosas que no hay como contar.
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